
Cuando tenía aproximadamente quince años, tuve un sueño. Ojo que no me lo estoy inventando. Un sueño no en el significado de una plan esperanzador de futuro, sino un sueño mientras dormía.
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En mi sueño, que recuerdo claramente más de 20 años después (sin comentarios respecto a esto, jeje), yo era una esclava en el siglo XVII, que viajaba en las bodegas de una gran nave de madera, cruzando el océano hacia el Nuevo Mundo. Estaba enamoradísima de un cristiano, el cual también me amaba pero era a la vez el vigilante de mi cautiverio. (Fueron años convulsos emocionalmente, y el amor apasionado formaba parte siempre de mis sueños)
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No sé cuál era mi religión en aquella vida de esclava, pero yo no era cristiana y nuestro amor estaba prohibido. Entonces recuerdo que teníamos una conversación desesperada en la que él defendía la necesidad de profesar la misma fe, y justificaba los actos inhumanos de su cultura. Él dijo “La religión nos une”, y yo contestaba “Y nos separa”
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Y este sueño no lo he compartido con nadie, nunca. Hasta hoy, en el que investigando en la red me he dado cuenta de que justamente estamos en la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional, y me ha parecido que era buen momento para compartirlo.
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Mucho han cambiado las cosas desde el siglo XVII en la forma de relacionarnos interculturalmente, y también en la forma en la que profesamos la fe. Para mí hay ciertos “dioses” hoy en día, a los que mucha gente profesamos fe, puede ser el dinero, el fútbol…o esa forma de “unirnos” y al mismo tiempo “separarnos” que usamos todos y podéis ver en la viñeta.
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¿Qué opináis al respecto? ¿La religión nos une? ¿O nos separa?
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¡Abrazos!