
Tras la nevada, el cierre de colegios, y un largo elenco de maravillosos sucesos que todos estamos viviendo, y a cada cual peor…En mi casa todavía tenemos, luz, internet y calefacción, así que no me voy a quejar y en este rato monto un post:
Vengo de un largo pasado, bueno, no tan largo, jeje, de diversos modos de trabajar en equipo.
Nunca he sido una persona deportista. Y cuando he sido adulta y las exigencias de salud me han llevado a practicar deporte, me he decantado por los deportes individuales. Aunque lo pasaba muy bien jugando, muchas veces me sentía lastrando al resto de compañeros de juego y temía el tener que asumir una responsabilidad como, por ejemplo, lanzar a canasta…
Sin embargo, aplico en la vida grandes valores del deporte: la superación personal, el autoconocimiento, la perseverancia, la resiliencia construida tanto desde los éxitos como de los fracasos.
Los miedos que tenía respecto a jugar en equipo, no los he tenido nunca cuando se ha tratado de trabajo. Tanto en ámbitos docentes como laborales siempre he disfrutado del trabajo en equipo, he admirado y aprendido siempre de mis compañeros, al mismo tiempo que he aportado valor y jugado diversos roles…pero esto no es de lo que os quiero hablar.
En la primera aproximación al mundo del emprendimiento, tuve la sensación de que a algunas personas les cuesta contar su idea o proyecto, pues temen el “ser copiados”. No lo he contado porque mi proyecto ha variado mucho desde los inicios, pero si bien el propio germen de mi idea de negocio latía en mí desde hace años, yo ya iba bajo el brazo con una serie de empresas a las que quería “copiar”…
Nada tienen que ver con lo que hago ahora, pero en mi opinión el documentarse sobre lo que ya se ha hecho, sobre lo que ya existe, y sobre lo que se puede variar, mejorar, o simplemente explorar es completamente básico. Es como cuando en la Escuela íbamos a la biblioteca a ver libros y proyectos de infinidad de arquitectos anteriores. No vamos, a estas alturas, a inventar la rueda…
Para mí, contar las ideas, tanto a mí misma, como a mi familia, amigos y compañeros de estudios y trabajo, ha sido siempre una parte importante dentro de todo el proceso creativo y de organización del pensamiento. Escucharse a uno mismo ayuda a ver las luces y sombras, pero recibir opiniones de valor es sin duda una gran ayuda, siempre. Esto también da para otro post…
El caso es que hace pocas semanas, embarcada en otra formación para emprendedoras de las que tanto me gustan, me descubrí a mí misma con miedo a la competencia. COMPETENCIA. Una palabra que hoy por hoy no tiene sentido. COMPETENCIA en el sentido de no atreverme a hablar siquiera con miembros de mi gremio, con gente que tiene las mismas pasiones, inquietudes, y que enfoca su vida hacia donde yo quiero enfocarla…
No porque yo tuviera miedo a contar mi caso, sino porque presuponía que esas personas no querrían compartir sus experiencias, pues no querrían ser copiados…y por lo tanto mi llamada sería poco menos que una intromisión.
Nada más lejos. Todo aquel con el que he hablado durante este último año y medio ha estado no solo dispuesto a escucharme, sino a explicarme sus experiencias, ofrecerme su ayuda y abrirme puertas.
Creo que como yo, mucha gente venimos de una educación en la que subyacía un concepto de competición continua, y en la que ganar se refería únicamente a ser el más rápido, el más listo, el que más dinero gana…Y, sin embargo, he visto que muchas personas de las que han sido educadas así, han optado por dejar de lado este concepto, juntos, y apoyándonos unos a otros, llegamos más lejos, llegamos mejor, es más divertido, somos más felices…
Nos abrimos puertas, y construimos un futuro y un entorno amable y solidario.
Feliz.
¡Y más feliz cuando abran los colegios! jajajaja